Árboles: custodios de la sabiduría
- Carolina
- 16 sept 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 28 dic 2020
Los árboles son seres absolutamente mágicos. Son muchas las tradiciones que los han considerados sagrados y, de hecho, los primeros templos fueron bosques, pues a través del contacto con los árboles se podía acceder al mundo espiritual.

Es así como los árboles se consideran el axis mundi o eje del mundo. Por ejemplo, para los griegos los árboles tenían almas llamadas dríadas; en India se considera sagrada la higuera, pues se dice que Buda se iluminó bajo uno de estos árboles. En Japón, el cerezo es un árbol que representa el renacimiento. Para la tradición china, el bambú, el pino y el ciruelo tienen la clave de la salud y la longevidad. En una parte del judaísmo se habla del Árbol de la Vida como el símbolo más importante de la Cábala, pues es una representación del mapa del micro y del macrocosmos y la estructura del alma y de todos los mundos que existen.
Se dice que los árboles representan los tres planos: celeste – ramas, humano – tronco, y terrestre – raíces. Esto significa que los seres humanos nos ubicamos en el medio, es decir, estamos entre el cielo y la tierra y tenemos la capacidad de comunicarnos con ambos mundos.

Nuestro origen es un árbol: todos venimos del útero y allí compartimos el espacio con el árbol de la vida que es la placenta, ese órgano maravilloso que es intermediario entre mamá y bebé. El lado que el bebé ve desde el útero se asemeja a un árbol frondoso, y de hecho, en algunas culturas se entierran las placentas para sembrar allí un árbol y honrarla, o incluso se cuelgan de las ramas de los árboles en un ritual de agradecimiento.

Dentro de la teoría de la medicina china se dice que cada órgano tiene un espíritu y la placenta tiene la memoria de las funciones de todos los órganos del cuerpo, es decir que alberga ese espíritu y además tiene el mismo ADN del bebé y es quien lo alimenta y protege dentro del útero. Al nacer y separarnos de ella mediante el corte del cordón umbilical, nos desconectamos de lo divino que representa ese árbol de la vida y ahí es cuando nuestro camino de retorno comienza. Siento que esto es una cuestión para replantearnos las formas actuales de recibir a los bebés al llegar a este mundo y es también un llamado a regresar a esos rituales de paso de nuestros ancestros en el que se honraba cada ciclo de la vida.
Por otro lado, el origen de la palabra árbol viene de la raíz indoeuropea dendrewon, de la cual se deriva el griego δένδρον (dendron). En la cultura celta, los sacerdotes y magos se llaman Druidas, término parecido al griego y es precisamente porque viene de dru-wid, donde dru- hace referencia al roble, árbol sagrado para ellos, y wid- se refiere a sabio. Así que los druidas eran los encargados de custodiar la sabiduría contenida en los árboles sagrados.
Y esta creencia de la sacralidad de los árboles se explica con su forma: sus raíces y ramas nos muestran el espejo de los dos mundos, el de arriba y el de abajo interconectados. Ellos son la muestra perfecta de la frase que dice “como es arriba, es abajo”. A este respecto, cito aquí las palabras de mi libro inédito Camino del Grial:
Además, estas estructuras se asemejan a la red de nervios que recorren nuestro cuerpo y a los bronquios en los pulmones. Sabemos además que los árboles nos ayudan a respirar mejor por el proceso químico de intercambio de sustancias, y ya hemos dicho antes la importancia de la respiración que conectada con el latido del corazón nos da el aliento de vida.
Entonces, los árboles nos ligan con el mundo del espíritu porque nos dan el aliento de vida. En griego, la palabra Πνεύμα (Pneuma) se refiere tanto al espíritu como al aire o soplo. Tanto la placenta –árbol de la vida–, como los árboles en el reino de la naturaleza, nos ayudan con el proceso de respiración, nos infunden aliento vital, nos llenan del espíritu.

Volviendo a los celtas, para ellos, el árbol de la vida nace de un cuenco o vasija que recuerda el útero; todas las celebraciones se hacían cerca de los árboles como testigos sagrados de ese momento. Son varios los árboles sagrados, pero el más importante, como ya mencioné, es el roble por simbolizar la fortaleza y la sabiduría. En la vida cotidiana de esta cultura se veía la importancia de los árboles también por su aporte de madera para construcción y para hacer fogatas.
Por otro lado está Yggdrasil es el árbol de la vida según la mitología nórdica, un fresno perenne cuyas ramas y raíces unen los 9 mundos. Mímir es quien lo custodia, pues es el guardián de la fuente de sabiduría que se encuentra en las raíces del árbol. Cerca de sus raíces también están las nornas, equivalentes a las moiras de los griegos o las parcas de los romanos, tres mujeres encargadas del destino.
Cada cultura tiene sus propias historias en torno a un árbol considerado de gran importancia, pero escribir sobre cada una es tarea para un libro completo. Voy a mencionar por último que en la Biblia se habla de dos árboles en el jardín del Edén, uno es el Árbol de la Vida y el otro el del Conocimiento; de este último estaba prohibido comer su fruto y la historia que nos han contado está bastante tergiversada, pero esto lo dejaré para otra ocasión, pues sólo quería mencionarlo para ver la importancia de los árboles en la creación y en la conexión con lo divino.

El árbol es un símbolo femenino por nacer de la tierra, pasar por transformaciones y generar frutos, pero a su vez es símbolo masculino por el tronco que es fálico. Entonces en su simbología tenemos la androginia que veíamos en los ángeles intermediarios entre cielo y tierra. También, como símbolo de la vida en perpetua evolución, podemos ver los árboles de hoja caduca que pasan por cuatro estaciones, recordándonos el ciclo de vida-muerte-vida que también nos corresponde a nosotros: quedarse sin hojas para entrar en el invierno es la asociación a la muerte, el brote de las primeras flores y hojas nos recuerda la capacidad de renacimiento y regeneración, las ramas llenas de frutos nos recuerdan la abundancia y la capacidad de dar, y las hojas rojizas y amarillentas del otoño nos recuerdan la importancia de dejar caer lo que ya no podemos seguir llevando a cuestas.
Pensamos que, por estar sembrados en la tierra, los árboles no se mueven ni se comunican, pero qué lejos estamos de la realidad: los árboles se conectan entre sí a través de sus raíces y de los hongos que crecen cerca, y estas conexiones nos recuerdan a las que tenemos en el cerebro a través de las neuronas. Ellos son capaces de cuidar a los árboles más pequeños para que reciban la luz solar suficiente o el agua de la lluvia que necesitan para crecer; si un árbol enferma, a través de sus raíces puede comunicárselo a los que están a su alrededor y así crear una gran red debajo de la tierra y repartirse los nutrientes de forma que pueda sanarse.
Para finalizar, quiero mencionar dos tipos de árboles que son muy simbólicos:

La palmera: es un árbol que para el medio oriente ha sido considerado de gran importancia y símbolo de fertilidad; para la cultura egipcia antigua simbolizaba el axis mundi. Entre sus significados para diferentes culturas tenemos que simbolizaba la victoria, el triunfo, la resurrección, la potencia sexual, la fertilidad y la perfección. Sus características son tanto femeninas como masculinas y fue asociada a la inmortalidad del alma.
El pino: es el símbolo de la inmortalidad, pues es un árbol que, a pesar del crudo invierno, permanece verde. La semilla del pino tiene una simbología importante, cito de nuevo mi libro inédito:
Sus piñas son un símbolo que se ha ocultado muy bien a través de obras de arte. La piña nos lleva a pensar en una glándula del cuerpo que está en medio del cerebro y es única: la pineal. Dicha glándula está asociada a otros estados de consciencia; regula los ritmos de sueño y vigilia, pues trabaja con la luz. Es a lo que llamamos escuetamente “tercer ojo”. Y resulta que ese símbolo tan tradicional en las fiestas natalicias nos lleva a pensar que es precisamente el nacimiento de la luz lo que las diferentes culturas celebran. Estas fechas coinciden con los nacimientos míticos de diversos personajes que han llegado a la Tierra a enseñarnos lecciones de amor y sabiduría.

No es de extrañar que en las fiestas decembrinas se decoren pinos con luces, guirnaldas y adornos, pues tener dentro de la casa este árbol es el símbolo de la vida eterna, de la luz, de la fecundidad y de sabiduría.

En conclusión, el árbol como símbolo de unión entre el cielo y la tierra es considerado como un ser intermediario que unifica el mundo material con el espiritual, representa la sabiduría y el conocimiento, la fertilidad, la ciclicidad, la inmortalidad y el aliento vital del espíritu.
Si todos los seres humanos comprendiéramos estas cosas, seríamos más conscientes a la hora de relacionarnos con la naturaleza y en vez de aprovecharnos de ella de la forma en que lo hemos hecho por siglos, la cuidaríamos y honraríamos como debe ser, porque la naturaleza es vida, belleza y abundancia.
Carolina
Comments