La comunicación
- Carolina
- 29 sept 2021
- 4 Min. de lectura
Hoy reflexiono en torno a la comunicación. Siempre creí que para solucionar los problemas era necesario hablar… Hoy en día comprendo que lo importante es saber comunicarse, que es otra cosa.

Para una comunicación sana es necesario que las personas que interactúen en ella sepan tanto hablar como escuchar, la primera habilidad guiada por el corazón que es el que comanda la lengua, pues “de la abundancia del corazón habla la boca”, y la segunda habilidad guiada por la mente consciente que comprende e interpreta correctamente lo que escucha.
Pero no basta con saber hablar y escuchar, sino saber hacerlo en el momento correcto, cuando el corazón se haya vaciado de las emociones que lo abruman. Nuestro corazón es un cuenco vacío que se va acumulando con emociones, pero ellas son solo invitadas que no deben permanecer por mucho tiempo allí, entonces pues necesitamos aprender a soltarlas para volver a entrar en el vacío que es el estado natural del corazón, solo así podemos volver a recibir la energía que emana del espíritu a través de la cual nos podemos comunicar amorosamente.
Cuando dos personas se comunican conscientemente y desde el corazón lleno de amor, las máscaras del ego se caen y ambos pueden sentirse seguros de que sea lo que sea que necesiten comunicar, será bien acogido por el otro.

Algo en mí me dice que si nos supiéramos comunicar de esta manera, el mundo sería un lugar mucho más amable y las personas no tendrían que pasar por situaciones de violencia, pues los actos violentos se originan generalmente por malos entendidos, cuando vamos soltando palabras en medio de la turbulencia de las emociones.
Una comunicación desde el amor necesita silencios, pero hay que saber diferenciar entre el silencio que aquieta y calma, y el silencio que castiga, pues este último no tiene nada que ver con saberse comunicar sino que tiene que ver con una de las fallas comunicativas que es la manipulación y esto nos sitúa desde el ego y no nos permite avanzar en el aprendizaje del amor.
Creemos que los demás nos hieren, nos dañan, nos maltratan, etc., pero no vemos que todo el origen de esto proviene de las propias palabras duras que nos decimos a nosotros mismos, de las mentiras que nos inventamos para autosabotearnos y de ese cúmulo de emociones que no hemos querido soltar de nuestro corazón, tal vez porque el miedo es la mayor emoción de baja densidad que se aloja allí…
Y me dirás "pero hay gente que le hace daño a otra". Y yo te digo: claro que hay gente malintencionada, ellos solo conocen esa forma de actuar porque lo que hay en su corazón son emociones de baja vibración. Son personas que no están abiertas a tener una verdadera comunicación, solo quieren descargarse de sus emociones densas sin importar las consecuencias. Son personas que se aprovechan de los demás para proyectar esas emociones y ahí es donde es importante saber con quién tener conversaciones (y relaciones). Si crees que ya estás preparado para una conversación de verdad pero la otra persona no escucha y lo que habla son palabras envenenadas, lo más sabio es el silencio y la distancia, primero porque esa persona no escucha y segundo porque lo que dice va a alojarse en tu corazón que ahora está en vacío. Por lo tanto, ser consecuentes con uno mismo es también saber a quién acercarnos, cómo hacerlo y cuándo, y además saber poner límites para que los demás no estén intentando consciente o inconscientemente vulnerarnos. Es preciso aceptar que hay gente que viene a nuestras vidas y que también debe irse en algún momento, y que no podemos forzar el aprendizaje de nadie, entonces lo que podemos hacer es aprender nosotros mismos sobre esa situación y separar las emociones para saber qué nos pertenece y que le pertenece a los demás, así podemos soltar y alivianar cargas innecesarias.

Toda sanación empieza desde adentro. Si nos sinceramos con nosotros mismos y aprendemos a comunicarnos con nuestro propio cuerpo primero, podemos entrenar una comunicación más sana con los demás.
¿Tú escuchas lo que tu cuerpo te dice? ¿Qué haces cuando te duele algo? Generalmente las personas viven de afán para todo, si les duele la cabeza, se toman una pastilla para acallar ese dolor. No sabemos escuchar, el cuerpo grita y lo queremos silenciar para seguir “viviendo tranquilos”. Eso no es vivir, es sobrevivir en medio de un mar de emociones reprimidas y mentiras que crean autosabotaje.

Cuando aprendemos a escucharnos a nosotros mismos y a ser consecuentes con eso, comprendemos que no es necesario reaccionar sino actuar de acuerdo a las circunstancias que van pasando. Así, practicando primero en uno mismo, cuando llega alguna situación en la que te sientes herido puedes parar y preguntarte: ¿qué es lo que esta situación me quiere enseñar? Silencio. Respiración. Acción. No es necesario empezar a buscar culpables, sino hacernos responsables de nuestras propias emociones, tratarlas como invitadas y decirles: “bienvenido enojo, ¿qué es lo que tienes que decirme hoy?” Escúchalo, agradécele y amablemente invítalo a que se vaya de tu cuerpo.
A veces es necesario hacer algo más que escuchar y hablar. Puedes escribir, cantar, bailar, correr… Tu cuerpo también necesita soltar esas emociones, tu cuerpo es el vehículo del espíritu y el espíritu quiere vivir en un palacio, no en una cárcel.
Cuando alineas tu cuerpo con tu mente y tu espíritu puedes experimentar una mejor comunicación contigo mismo, con la vida, con tu entorno y con las personas que te rodean.

¿Vas a seguir creyendo que por tener redes sociales te comunicas mejor? Abre los ojos y date cuenta de que la comunicación va más allá de eso…
Carolina
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