Mensajeros entre el Cielo y la Tierra
- Carolina
- 9 sept 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 28 dic 2020
Muchas personas creen que los católicos son los únicos que tienen dentro de la iconografía religiosa las imágenes de seres con alas que se comportan como mensajeros de Dios, pero en realidad ese tipo de imágenes son mucho más antiguas de lo que imaginamos.

Serafines, querubines, tronos, arcángeles y en general, ángeles, esos seres con alas que están cerca de la divinidad y que a veces vienen de desde allá a traernos mensajes, a cuidarnos y a protegernos. Sus noticias suelen ser buenas, de ahí que se llamen “buenas nuevas”; de hecho, el origen de la palabra viene del griego ἄγγελος –ángelos– que significa mensajero. Son considerados intermediarios entre el plano celeste y el terrestre por estar en conexión con la divinidad y en contacto con los seres humanos.

Son esencialmente seres espirituales y aunque no tienen cuerpo físico, se les representa con características humanas (andróginos), pero con alas. Dentro de lo que conocemos en la tradición judeocristiana, los principales arcángeles son Miguel, a quien representan como el jefe de un ejército con su espada dominando al demonio (no voy a ahondar en la imagen que se conoce tradicionalmente). Miguel es la representación de la protección y su presencia es muy fuerte en todo el planeta Tierra. El arcángel Rafael es el guía de los sanadores y los viajeros, y el arcángel Gabriel es el mensajero por excelencia, el iniciador, pues fue quien avisó a María que sería madre.

Quienes hemos crecido en familias con esta tradición, desde pequeños nos han enseñado a invocar la presencia del ángel de la guarda, esa figura que nos cuida toda la vida y nos protege de peligros.
Pero más allá de esas imágenes, los ángeles están relacionados con el siete, número que representa los 7 arcángeles, las 7 estrellas de la Osa Mayor, la menorá (candelabro hebreo), los 7 Rishi védicos (7 sabios), los 7 chakras principales, las estrellas de 7 puntas, las 7 notas musicales, los 7 colores del arco iris…
Y hablando del arco iris, en la mitología griega existían dos mensajeros de los dioses: Iris y Hermes, versión femenina y masculina respectivamente. Ambos tienen alas en sus sandalias, son ligeros y rápidos, y llevan un caduceo, símbolo que seguramente trataré más adelante en otro texto. Por su parte, Iris va vestida con los 7 colores del arco iris, lo cual muestra la conexión del cielo y la tierra, dioses y seres humanos. Está asociada al elemento agua y, al igual que Hermes, puede entrar y salir del inframundo sin problemas.
En la tradición celta, la mensajera es un ser femenino que resalta por su belleza; su entrega de mensajes suele ir acompañada de una rama de manzano o la manzana como tal, representación de la inmortalidad. Asociada al cisne como ya lo mencionamos en el texto anterior, pues para los celtas, este animal se consideraba mensajero de los dioses, ligado también a la música.
Y es la música una característica que suele acompañar a estos seres alados que traen los mensajes del cielo, como lo vemos cuando se mencionan los coros angelicales. Por otro lado, en Grecia se le atribuyó la invención de la música a Apolo, pero fue Hermes quien inventó la lira que Apolo tocaba. En Egipto, el dios Thot es considerado el creador de la música, él es el dios de la sabiduría, la música, la palabra creadora –ya que inventó la escritura–, asociado a los magos y curanderos. Este desvío no es fortuito: Thot está asociado al Hermes de los griegos y de esta asimilación surge el Hermes Trimegisto del cual derivan los tratados esotéricos y alquímicos, así como las leyes herméticas.

Entonces, relacionando todo esto, Hermes, el dios mensajero de los griegos está asociado a la música por haber fabricado la lira y la flauta que entrega a Apolo a cambio del caduceo y lecciones de adivinación; también, al estar en conexión entre el cielo y la tierra, está asociado al pasaje entre mundos, es un intermediario y la representación de la suma de los opuestos se ve reflejada en el caduceo, objeto que muestra dos serpientes entrecruzadas y unas alas en la punta, símbolo actual del comercio.
Hermes también se representa con un cordero o carnero, imagen que evoca al Jesús bíblico, lo cual nos lleva a ver a este dios como un símbolo del “buen pastor”, además de que se le atribuye la función de psicopompo, es decir, el que acompaña a las almas en su viaje hacia el más allá.
Este guía mediador entre mundos, para los romanos se llamó Mercurio que, si lo vemos, es también el planeta más cerca al sol en nuestro sistema solar, es decir, es el que está en medio entre lo celeste y lo terrestre, como hemos mencionado.
Esta misma función de Hermes o Mercurio la tenía el dios Lug para los celtas, además de otras tantas; el arco iris estaba asociado a este dios a quien se le consideraba el dios de todas las artes.

En otras culturas como en la antigua Mesopotamia, también existieron seres con alas, pero no sólo eran antropomorfos, sino que también se mezclaban otros atributos animales. Estoy hablando de los Lammasu o Shedu, seres híbridos –cuerpo de toro o león, alas de águila y cabeza humana*– que eran considerados como divinidades protectoras. El nombre Lammasu viene de la diosa Lama como mediadora entre los dioses y los seres humanos. En templos de Ishtar se encontraban imágenes de este ser con alas. Lammasu se considera también asociado a las constelaciones y los doce signos zodiacales, pues son seres que vienen de las estrellas.
*Esto está asociado en sumatoria al Tetramorfo del que habla el profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento y que en la iconografía cristiana representa a los cuatro evangelistas: Mateo-hombre / Marcos-león / Lucas-toro / Juan-águila.
Por otra parte, algunas diosas madre como Ishtar o Isis son representadas también con alas y, en nuestra cultura, como asociación a la maternidad tenemos la representación de la Virgen María que en Quito, Ecuador tiene una escultura en la cual se representa la Inmaculada Concepción, pero su particularidad son las alas. En su cabeza hay una diadema con doce estrellas de seis puntas, cada una representa un mes del año (o también los signos zodiacales). Está de pie sobre una luna en cuarto creciente que simboliza los ciclos femeninos que recuerdan la fertilidad. Debajo hay un dragón o una serpiente, símbolo muy malinterpretado del cual hablaré en otro texto más adelante. Lo que más llama la atención son sus alas que nos recuerdan esa capacidad de ser intermediaria, de acceder al cielo y estar cerca de la divinidad.

En conclusión, las alas hacen que los seres con figura humana que las portan sean intermediarios entre el cielo y la tierra. Su capacidad de volar los hace conectarse con esferas divinas de las cuales se envían mensajes hacia el mundo terrestre. La mujer, así como se representa en las diosas mencionadas o en el caso aislado de la Virgen de Quito, cumple un papel de mensajera entre el cielo y la tierra en la medida en que su cuerpo es capaz de traer desde el cielo un espíritu para que encarne en la tierra a través del útero.
Pero no es solamente hijos lo que podemos traer desde el cielo: somos creadoras por naturaleza y eso hace que a través del útero podamos acceder a ambos mundos para crear lo que queramos.
Tanto hombres como mujeres, dentro de esa naturaleza humana y divina que tenemos, todos estamos llamados a ser intermediarios entre cielo y tierra. Es cuestión de fe, de creer que somos sostenidos y acompañados por seres que están en un mundo intermedio y que constantemente nos guían y nos ayudan a participar también como mensajeros para unificar el mundo sutil con el de la materia.
Carolina
Comments