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La imagen de la cueva

  • Foto del escritor: Carolina
    Carolina
  • 14 oct 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 28 dic 2020

En la naturaleza, una cueva o caverna es una cavidad entre la tierra o entre rocas; suelen ser lugares húmedos, oscuros y llenos de misterio. Es el arquetipo del útero, de la matriz, de ese órgano femenino del que todos venimos, que es oscuro y misterioso también pero que da a luz.


Muchos pueblos toman esta imagen como una figura de iniciación, como una representación de la muerte y el renacimiento: internarse en el útero de la Madre Tierra es un acto de entregarse a lo desconocido, de hacer las paces con la oscuridad y retornar con mayor sabiduría (luz) a la superficie. Entrar a una cueva y pasar un tiempo en su interior para luego retornar al exterior es un símbolo de renacimiento y de crecimiento interno.



Por su similitud con el útero materno, la caverna es considerada por muchas tradiciones una especie de templo subterráneo. Normalmente las religiones intentan que conectemos con esferas celestes, pero la caverna como arquetipo femenino nos liga a la tierra y a sus ciclos, es decir, nos conecta con el mundo de la materia, de lo tangible. A este respecto cabe resaltar que, así como en este planeta muchos de los elementos de la naturaleza brotan de la profundidad de la tierra, a ella retornan en un ciclo sin fin. Así, los humanos venimos de una cueva maternal –el útero– y al desencarnar, nuestro cuerpo físico, de una u otra forma, retorna al vientre de la tierra.



Así mismo son las cuevas de la naturaleza: lugares destinados al vacío que nos sirven de albergue por un tiempo determinado. Sólo basta pensar en las diferentes expresiones religiosas que existen y siempre suelen tener una gruta o una caverna donde algún ser humano encontró su conexión con la divinidad. De hecho, se cuenta que Jesús nació en una gruta y también fue enterrado en una cueva. Es un claro símbolo de nacimiento, de iniciación, de resurrección, etc.


Ejemplo de lo anterior son las grutas dedicadas a las diferentes advocaciones de la Virgen María: sus apariciones solían darse en este tipo de lugares porque es la reminiscencia a lo maternal, al útero como albergue y refugio.




Pero por ser un símbolo de lo desconocido y misterioso, la caverna oscura es frecuentemente asociada a monstruos y seres peligrosos. Sin embargo, es común encontrar estas asociaciones entre los símbolos femeninos porque suelen estar ligados a la oscuridad y a lo que está detrás del velo, cosa que genera mucho miedo por obligarnos a adentrarnos sin saber qué es lo que nos espera al otro lado.


Por otra parte, y en conexión con nuestro cuerpo, nosotros tenemos estructuras en forma de cavidad y tres de ellas precisamente están conectadas a través de canales energéticos que las tradiciones orientales trabajan mucho: cráneo, corazón y útero. Evidentemente en los hombres no existe el órgano físico del útero, pero sí una energía potente en esa zona del bajo vientre.


Estas tres estructuras están relacionadas energéticamente por ser cuencos destinados a llenarse y vaciarse constantemente de esos caudales de energía. El cráneo alberga el cerebro que es un órgano de vital importancia, el corazón es un cuenco vacío a través del cual se bombea la sangre a todo nuestro cuerpo y el útero es también un cuenco vacío que, cada mes durante la edad fértil, se llena preparándose para recibir y albergar vida y si esto no ocurre se vacía de nuevo en un ciclo constante.


Energéticamente, según la tradición china, en estas tres zonas del cuerpo se ubican los calderos alquímicos en donde la energía hace su recorrido y se sublima, son conocidos como Tan Tien inferior (debajo del ombligo), Tan Tien medio (en el centro del pecho) y Tan Tien superior (en el entrecejo). Por su parte, en otras tradiciones orientales también hay correlación entre estos centros energéticos, como lo muestra Swami Sivananda en su libro Kundalini Yoga: la energía kundalini o energía sexual asciende por la columna por el canal llamado Sushumna; a lado y lado de este canal central están los canales Ida y Pingala que se entrecruzan en los chakras o centros energéticos Muladhara (el hueso sacro y en las mujeres el cuello del útero), Anahata (el corazón) y Ajna (el entrecejo).


Entonces, cuando queremos conectarnos con la energía primordial que viene del útero, podemos ir a una cueva en la naturaleza y sentir ese regreso al vientre materno para renacer, o podemos sentarnos en donde estemos y poner nuestra atención en esos tres centros energéticos en nuestro propio cuerpo que, como cavidades, nos recuerdan la vacuidad de la que todo surge.


El vacío y la receptividad son la clave para la abundancia. Esto es lo que la cueva como símbolo nos enseña: de ese vacío oscuro surge la luz y todo lo que existe. Estas son características muy femeninas que tenemos todos, pero que en las mujeres se perciben más fácilmente por su disposición corporal, pues nosotras corporeizamos esa cueva iniciática. Es a través del útero que cada ser humano se inicia en el camino de la vida.


Carolina



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